Ta Mo desembarca en Huangdong circa 530 andrajoso y mal tenido(¿que andaba haciendo sobre el agua?).Le faltan varios dientes que ha perdido peleando. Sin duda su kung fu mejoró después de los nueve años en Shao Lin. Aunque se los haya pasado sentado frente al muro. Su fama de ser poseedor del sello de la mirada de la verdadera ley (Shobogenzo),y de traer el poder de la transmisión de Buda desde la India,lo trasciende.
El emperador Wu, de la dinastía Liang, adepto y convertido al budismo hace años, escucha de su presencia y lo manda a buscar. Lo recibe en el palacio imperial, no sabemos donde, aunque es dable imaginar el contraste entre la pompa y la circunstancia. Y la síntesis necesaria que este diálogo que ha viajado a través de la comprensión, refleja.
"En mi reino se han construído 600 templos y hemos ordenado casi 4.000 monjes budistas. ¿Cual es mi mérito?. No tiene,respondió Ta Mo. Sorprendido pero siendo iniciado y más rápido que el rayo, el emperador preguntó entonces: ¿Cuales son las verdades sagradas?. No hay,contestó Ta Mo. Entonces,dijo el emperador ¿a quien tengo delante de mí?. No sé, dijo Ta Mo". Los tres NO del zen los llamo,y es probable que se refieran a los tres mundos.
Sediento de zen, como viento, me senté sobre una saliente alta sobre el mar apenas me bajé de la micro en frente y habiendo apenas saludado a dos que encontré, mientras habían interrumpido el sesshín para almorzar. Dos horas estuve sin moverme, hasta que escuché la campanita que llamaba a meditar. Había una suave brisa y el mar, allá abajo, era el de siempre. Saludé a la gaviota que enfiló reconociéndome y desapareció después en el azul gris. "Tiempo sin verte por aquí" parece que dijo. No la escuché muy bien.
Recordé el koan que relato en el sesshín del Bodhimandala, Jémez Springs, New Mexico,cuando Sasaki Roshi en la entrevista personal, dos veces en igual número de visitas, me repitió el koan que había elegido para mí:"¿Como te conviertes en Budha al sonido del dokusan?", al tiempo que golpeaba con su varita-espada del Dharma contra el suelo. Y dos veces saludé y me retiré sin decir palabra, hasta que la tercera, cuando volvió a repetir la misma pregunta le dije: "no hay Budha, no hay dokusan, no hay maestro", y el viejo se transformó en tigre, pegó un salto desde su cojín y me pegó con la varita diciendo "Qué, estos son los estudiantes del zen hoy en día?",y se disponía a golpearme de nuevo, cuando tiene que haber visto en un destello de mis ojos la decisión de quitarle la vara y golpearlo yo si se volvía a atrever. La próxima vez, conversamos afablemente de cualquier cosa, como si siempre hubiéramos sido grandes amigos.
También recordé que el Dharma Kaya es como un oceáno infinito sin ni una ola, del que se levanta el vapor que hace las nubes y el arco -iris , que es el Sambogha Kaya, de las cuales cae lluvia, cada gota de la cual es uno de nosotros, Nirmana Kaya.
Y cuando llegaba a la sala de meditación, me encontré con el Roshi, al que saludé. Una dos horas nos sentamos en zazen, tres veces interrumpido por kin-hin. Antes del té, me volví a casa. Pasaban muchos vehículos por la cercana carretera. Seguro que alguno podría llevarme.
El emperador Wu, de la dinastía Liang, adepto y convertido al budismo hace años, escucha de su presencia y lo manda a buscar. Lo recibe en el palacio imperial, no sabemos donde, aunque es dable imaginar el contraste entre la pompa y la circunstancia. Y la síntesis necesaria que este diálogo que ha viajado a través de la comprensión, refleja.
"En mi reino se han construído 600 templos y hemos ordenado casi 4.000 monjes budistas. ¿Cual es mi mérito?. No tiene,respondió Ta Mo. Sorprendido pero siendo iniciado y más rápido que el rayo, el emperador preguntó entonces: ¿Cuales son las verdades sagradas?. No hay,contestó Ta Mo. Entonces,dijo el emperador ¿a quien tengo delante de mí?. No sé, dijo Ta Mo". Los tres NO del zen los llamo,y es probable que se refieran a los tres mundos.
Sediento de zen, como viento, me senté sobre una saliente alta sobre el mar apenas me bajé de la micro en frente y habiendo apenas saludado a dos que encontré, mientras habían interrumpido el sesshín para almorzar. Dos horas estuve sin moverme, hasta que escuché la campanita que llamaba a meditar. Había una suave brisa y el mar, allá abajo, era el de siempre. Saludé a la gaviota que enfiló reconociéndome y desapareció después en el azul gris. "Tiempo sin verte por aquí" parece que dijo. No la escuché muy bien.
Recordé el koan que relato en el sesshín del Bodhimandala, Jémez Springs, New Mexico,cuando Sasaki Roshi en la entrevista personal, dos veces en igual número de visitas, me repitió el koan que había elegido para mí:"¿Como te conviertes en Budha al sonido del dokusan?", al tiempo que golpeaba con su varita-espada del Dharma contra el suelo. Y dos veces saludé y me retiré sin decir palabra, hasta que la tercera, cuando volvió a repetir la misma pregunta le dije: "no hay Budha, no hay dokusan, no hay maestro", y el viejo se transformó en tigre, pegó un salto desde su cojín y me pegó con la varita diciendo "Qué, estos son los estudiantes del zen hoy en día?",y se disponía a golpearme de nuevo, cuando tiene que haber visto en un destello de mis ojos la decisión de quitarle la vara y golpearlo yo si se volvía a atrever. La próxima vez, conversamos afablemente de cualquier cosa, como si siempre hubiéramos sido grandes amigos.
También recordé que el Dharma Kaya es como un oceáno infinito sin ni una ola, del que se levanta el vapor que hace las nubes y el arco -iris , que es el Sambogha Kaya, de las cuales cae lluvia, cada gota de la cual es uno de nosotros, Nirmana Kaya.
Y cuando llegaba a la sala de meditación, me encontré con el Roshi, al que saludé. Una dos horas nos sentamos en zazen, tres veces interrumpido por kin-hin. Antes del té, me volví a casa. Pasaban muchos vehículos por la cercana carretera. Seguro que alguno podría llevarme.
NN
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